Odas elementales by Pablo Neruda

Odas elementales by Pablo Neruda

autor:Pablo Neruda [Neruda, Pablo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1954-01-01T05:00:00+00:00


Oda a la lluvia

Volvió la lluvia.

No volvió del cielo

o del Oeste.

Ha vuelto de mi infancia.

Se abrió la noche, un trueno

la conmovió, el sonido

barrió las soledades,

y entonces

llegó la lluvia,

regresó la lluvia

de mi infancia,

primero

en una ráfaga

colérica,

luego

como la cola

mojada

de un planeta,

la lluvia

tic tac mil veces tic

tac mil

veces un trineo,

un espacioso golpe

de pétalos oscuros

en la noche,

de pronto

intensa

acribillando

con agujas

el follaje,

otras veces

un manto

tempestuoso

cayendo

en el silencio,

la lluvia,

mar de arriba,

rosa fresca,

desnuda,

voz del cielo,

violín negro,

hermosura,

desde niño

te amo,

no porque seas buena,

sino por tu belleza.

Caminé

con los zapatos rotos

mientras los hilos

del cielo desbocado

se destrenzaban sobre

mi cabeza,

me traían

a mí y a las raíces

las comunicaciones

de la altura,

el oxígeno húmedo,

la libertad del bosque.

Conozco

tus desmanes,

el agujero

en el tejado

cayendo

su gotario

en las habitaciones

de los pobres:

allí desenmascaras

tu belleza,

eres hostil

como una

celestial

armadura,

como un puñal de vidrio,

transparente,

allí

te conocí de veras.

Sin embargo,

enamorado

tuyo

seguí

siendo,

en la noche

cerrando la mirada

esperé que cayeras

sobre el mundo,

esperé que cantaras

sólo para mi oído,

porque mi corazón guardaba toda

germinación terrestre

y en él se precipitan los metales

y se levanta el trigo.

Amarte, sin embargo

me dejó en la boca

gusto amargo,

sabor amargo de remordimiento.

Anoche solamente

aquí en Santiago

las poblaciones

de la Nueva Legua

se desmoronaron,

las viviendas

callampas,

hacinados

fragmentos de ignominia,

al peso de tu paso

se cayeron,

los niños

lloraban en el barro

y allí días y días

en las camas mojadas,

sillas rotas,

las mujeres,

el fuego, las cocinas,

mientras tú, lluvia negra,

enemiga,

continuabas cayendo

sobre nuestras desgracias.

Yo creo

que algún día,

que inscribiremos en el calendario,

tendrán techo seguro,

techo firme,

los hombres en su sueño,

todos

los dormidos,

y cuando en la noche

la lluvia

regrese

de mi infancia

cantará en los oídos

de otros niños

y alegre

será el canto

de la lluvia en el mundo,

también trabajadora,

proletaria,

ocupadísima

fertilizando montes

y praderas,

dando fuerza a los ríos,

engalanando

el desmayado arroyo

perdido en la montaña,

trabajando

en el hielo

de los huracanados

ventisqueros,

corriendo sobre el lomo

de la ganadería,

dando valor al germen

primaveral del trigo,

lavando las almendras

escondidas,

trabajando

con fuerza

y con delicadeza fugitiva,

con manos y con hilos

en las preparaciones de la tierra.

Lluvia

de ayer,

oh triste

lluvia

de Loncoche y Temuco,

canta,

canta,

canta sobre los techos

y las hojas,

canta en el viento frío,

canta en mi corazón, en mi confianza,

en mi techo, en mis venas,

en mi vida,

ya no te tengo miedo,

resbala

hacia la tierra

cantando con tu canto

y con mi canto,

porque los dos tenemos

trabajo en las semillas

y compartimos

el deber cantando.



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